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EL PERIPLO DE MELCHOR

     Este relato fue seleccionado como uno de los diez finalistas del CONCURSO NAVIDAD REVISTA ZENDA

     

     A Melchor, que estaba tan tranquilo a lomos de su camello, esperando sin saberlo,  que algún día le llegara su turno, lo levantó una potente fuerza desconocida por los aires, haciéndolo rodar por un espacio inclasificable y abstracto para él. En un segundo había desaparecido todo lo que había a su alrededor: compañeros, casitas,  pozos,  pesebres,  pastores,  animales... y se sintió como Dorita en El mago de Oz, sí, esa película que ponían muchas veces en los plasmas que tenía enfrente y que lo entretenían tanto en las largas y aburridas tardes. 
     
     Cayó en una especie de jaula metálica, entre paquetes y cosas, que le hacía viajar entre extraños zarandeos que le revolvían el estómago (al camello se ve que no le afectaba porque seguía allí, silencioso y manso, entre sus piernas). Y cuando la fuerza desconocida lo puso en pie y creyó al fin que todo había terminado, el camello echó a andar a la misma velocidad que andaban los paquetes y cosas que les rodeaban, que por norma general no andan, como si fueran presas de un encantamiento prodigioso que ni él mismo sería capaz de hacer, y eso que él era un rey mago.

     La fuerza desconocida volvió a levantarlo y lo depositó con cuidado dentro de una especie de saco blanco translúcido, sobre el lecho de paquetes y cosas, y volvieron los zarandeos durante un buen rato, gracias a los cuales se quedó dormido.

     —Melchor, pssst, Melchor... —le susurraban los enfadados Gaspar y Baltasar— despierta, hombre, ya era hora que aparecieras, que has estado todo un día desaparecido.

     Melchor abrió los ojos con desconfianza y bastante aturdido. Tenía un ligero dolor de cabeza, que unido a un recuerdo confuso, le hacía reaccionar con lentitud. Pero fue ver el camino de tierra, el puente sobre el río de aguas color plata, un pesebre a lo lejos y una estrella enorme brillar en el cielo oscuro y saber que había recobrado su sitio, el lugar para el que especificamente había sido creado.

     —Lo siento, compañeros, no se qué ha pasado, pero he estado algo perdido...

     —Está bien, no te preocupes, es algo que nos puede pasar a cualquiera...

     Mientras, en otra perspectiva distinta del mismo lugar:

     —Bueno, niños, como a alguno se le ocurra perder otra figurita del belén y me haga ir corriendo a comprar otra, seguramente los Reyes Magos no os dejarán otra cosa que carbón, así que id tomando nota.



Ana Tomás García
@anniebuonasera


 

 

      

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